Una hermosa mujer sube al avión con un pasaje de clase turista.

Es una joven muy bonita, de cuerpo bien formado y un andar majestuoso.

Al ingresar a la nave una suave brisa hace flotar sus cabellos en el aire, como si se tratase de una propaganda de shampoo, logrando que se vea aún más imponente.

Gira su cabeza, con esa gracia propia de las modelos, y observa que dos asientos de primera clase se encuentran disponibles.

Viendo que éstos son mucho más grandes y confortables, decide sentarse en uno.

La azafata comprueba su billete y le dice a la mujer que su asiento es de clase turista. Pero ella le responde:

- Soy joven, hermosa, con muy buen gusto, ¡una Diva! y me sentaré aquí hasta llegar a Madrid.

Frustrada, la azafata se dirige hacia la cabina y le informa al comandante sobre el problema.

El comandante habla con la mujer (cuyo ego es más grande que el propio avión) y le confirma que su pasaje es de clase turista.

A lo que ella responde:

- Soy joven, hermosa, con muy buen gusto, ¡una Diva! y me sentaré aquí hasta llegar a Madrid.

El comandante no quiere causar problemas al resto de los pasajeros, con lo que se retira a la cabina y le comenta el problema al copiloto.

El copiloto sonríe y dice que su novia es igual de engreída, que no hay nada de que preocuparse porque él puede arreglar el problema.

Así pues, va a ver a la mujer y le susurra algo al oído.

Ella se levanta y dice:

- Muchísimas gracias. Abraza al copiloto y se va a sentar a la clase turista.

El comandante y la azafata que observaban con asombro la escena, corren a preguntarle al copiloto que le dijo a la chica para convencerla.

El copiloto responde:

- Nada, sólo le informé que los asientos de primera clase no van a Madrid...